Este módulo es un recurso para los catedráticos 

 

Costos de la corrupción en la educación

 

La corrupción, en general, tiene efectos extremadamente perjudiciales para la sociedad. Algunos académicos han tratado de cuantificar los efectos negativos de la corrupción en la economía, con cifras que muestran que incluso pequeños aumentos en la incidencia de la corrupción están relacionados con una disminución de unos pocos cientos de dólares en el PIB per cápita (véase, por ejemplo, Dreher y Herzfeld, 2005) Sin embargo, los costos no materiales de la corrupción son aún más destructivos, desde la erosión de los valores democráticos, los derechos humanos y las libertades, hasta la pérdida de vidas humanas.

La corrupción en la educación tiene impactos inmediatos, tanto económicos como sociales. Económicamente, un resultado directo de obtener títulos y otras calificaciones basadas en sobornos y no en la capacidad, es que personas inadecuadas son asignadas a puestos de trabajo y puestos de autoridad. En el mejor de los casos, se desperdicia el talento y se detiene el potencial de desarrollo, y en el peor, se incurre en pérdidas financieras y destrucción de vidas y medios de subsistencia. Esto es lo que los economistas llaman "ineficiencias de asignación" (Banerjee, Mullanaithan y Hanna, 2012). La calidad de la educación en sí disminuye, lo que crea un caldo de cultivo para una mayor corrupción y una escasez del capital humano que se perpetúa a sí misma. 

Socialmente, la corrupción en la educación tiene una amplia gama de consecuencias. La corrupción actúa como una barrera para la educación, ya sea porque hace que el costo de adquirir una educación sea prohibitivo o porque el acto de la educación simplemente no tiene lugar en el espacio designado. Se deduce que, cuando los educadores están ausentes, las personas se ven privadas del derecho fundamental a la educación. Cuando se obtienen calificaciones, no por mérito sino por favoritismo o sobornos, se viola el contrato implícito entre los receptores de educación y las instituciones o educadores, lo que lleva a una erosión de la confianza en las personas y las instituciones. Otra consecuencia grave es la falta de motivación que causa la corrupción entre las y los estudiantes. Por ejemplo, las y  los estudiantes podrían comenzar a preguntarse cuál es el punto de estudiar durante dos semanas para un examen difícil cuando pueden sobornar al profesorado y aprobarlo de todos modos. Además, las y los estudiantes desarrollan la comprensión de que el sistema funciona de manera corrupta y que los sobornos son necesarios para hacer las cosas, un modus operandi que luego transfieren a sus actividades profesionales y diarias.  

La corrupción en la educación es particularmente problemática porque afecta desproporcionadamente a los desfavorecidos y los más vulnerables, lo que plantea serios obstáculos para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. Según el Barómetro Mundial de la Corrupción 2010/2011, los pobres tienen el doble de probabilidades de tener que pagar sobornos que los ricos. Cuando los pobres no pueden pagar sobornos, son sometidos a extorsión de otras formas, por ejemplo a través de la explotación sexual, o se les niega el acceso a los servicios de educación, que deberían ser gratuitos o asequibles. Como consecuencia, la corrupción en la educación profundiza la desigualdad económica y social y dificulta la movilidad social. En algunos casos, puede parecer que los pobres se benefician de las prácticas corruptas ampliamente aceptadas, como engañar y parecer tener un mejor desempeño que en ausencia de corrupción. Sin embargo, este desempeño engañoso solo sirve para ocultar la subinversión real en habilidades y además demora las políticas que pueden reducir las verdaderas desigualdades (Borcan, Lindahl y Mitrut, 2017). 

 
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