Este módulo es un recurso para los catedráticos
Medición de la corrupción
Aunque no es el foco principal de este módulo, el tema de medir la corrupción está muy relacionado con las discusiones hasta ahora. Los intentos de medir la corrupción tienen la intención de revelar la naturaleza y el impacto de la corrupción, y son necesarios para elaborar respuestas ante la corrupción. Se pueden utilizar las mediciones de la corrupción para identificar tendencias e ilustrar la escala y el alcance de los tipos específicos de corrupción. Igualmente, ayudan a los encargados de formular políticas, analistas y académicos a diseñar herramientas para reducir la corrupción de manera efectiva. Para un análisis más a fondo de la importancia de medir la corrupción, consulte la Elaboración y aplicación de estrategias nacionales de lucha contra la corrupción: Guía práctica (UNODC, 2015, capítulo II).
Si bien medir la corrupción es esencial, también es una tarea desafiante. Como se analiza a continuación, existen diferentes métodos para medir la corrupción y cada uno de ellos tiene sus propias ventajas y desventajas. Además, cada método está diseñado para detectar ciertos elementos e ignorar otros. Para comprender las fortalezas y debilidades de las metodologías de medición, uno debe preguntarse ¿qué pretende medir exactamente cada metodología? y ¿cómo se expresan y construyen sus parámetros? La última parte de la pregunta hace referencia a lo que cada índice o clasificación mide en realidad, a diferencia de lo que dice medir. Antes de analizar las ventajas y desventajas de los diferentes métodos de medición, debemos tener una idea de cuáles son estas metodologías. Una creciente cantidad de literatura compara y critica los diferentes enfoques para medir la corrupción, por ejemplo, Holmes (2015), Graycar y Prenzler (2013) y Schwickerath, Varraich y Lee-Smith (2017). Como marco básico, Holmes (2015) divide los diferentes tipos de mediciones en tres categorías: estadísticas oficiales, encuestas de percepción y encuestas basadas en la experiencia. Desde entonces, estas tipologías se han detallado en el Manual de encuestas de corrupción del 2018, publicado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Centro de Excelencia para Información Estadística de Gobierno, Seguridad Pública, Victimización y Justicia UNODC-INEGI (en adelante: Manual de la UNODC). El Manual de la UNODC se desarrolló para proporcionar orientación sobre el monitoreo del progreso para alcanzar la meta 16.5 de los ODS, que pide a los Estados «reducir sustancialmente la corrupción y el soborno en todas sus formas». Este manual analiza varios enfoques para medir la corrupción y los clasifica en métodos directos e indirectos (Manual de la UNODC, págs. 20-29) de la siguiente forma:
- Los métodos directos para medir la corrupción tienen como objetivo recopilar datos basados en pruebas sobre la corrupción mediante procedimientos estadísticos y estandarizados. Miden las experiencias reales de corrupción, en lugar de las percepciones de corrupción, y pueden incluir datos oficiales (como casos denunciados de corrupción, cifras de condenas, hallazgos de escrutinios electorales) y encuestas por muestreo basadas en la experiencia (que recopilan datos sobre la experiencia de muestras representativas de una población dada).
- Los enfoques indirectos para medir la corrupción no se basan en la incidencia real del fenómeno, sino en otros métodos de evaluación. A veces son mediciones compuestas o «encuestas de encuestas» que combinan una variedad de datos estadísticos en un solo indicador. También podrían ser evaluaciones de expertos (donde se solicita a un grupo seleccionado de expertos que proporcionen una evaluación de las tendencias y patrones de corrupción en un determinado país o grupo de países) u otros tipos de encuestas que se centran en los niveles percibidos de corrupción en lugar de los niveles reales. Por lo general, los métodos indirectos se emplean porque los niveles reales de corrupción son difíciles de medir.
El Manual de la UNODC considera los métodos directos como «el enfoque más confiable para generar la información detallada y necesaria sobre la corrupción, con el objetivo de formular políticas (por ejemplo, identificar las áreas que son propensas a la corrupción, los procedimientos o posiciones en riesgo, o monitorear las tendencias en el tiempo)». Sin embargo, advierte no confiarse solo de los datos oficiales de los casos denunciados, ya que muchas víctimas no denuncian los casos de corrupción. Los datos oficiales pueden recoger otro tipo de información que no sea de corrupción, como cuán eficiente es el sistema judicial y, en el mejor de los casos, dar una idea mínima de la corrupción que existe en el país. En cambio, el Manual de la UNODC recomienda utilizar encuestas por muestreo que recopilan datos sobre la experiencia de muestras representativas de una población determinada y ofrece una de esas metodologías para medir la prevalencia del soborno. Tal enfoque es útil para superar los problemas por falta denuncias de las estadísticas oficiales y permite la comparabilidad de datos y el desglose de información para diferentes grupos de población. Al mismo tiempo, este método también presenta inconvenientes. Por ejemplo, si bien constituyen una fuente de información potencialmente rica, las encuestas de población centradas en el soborno no están bien calibradas para descubrir la corrupción o malversación a gran escala. Son pocos los ciudadanos que tienen contacto con funcionarios de alto nivel y es poco probable que aquellos que forman parte de un ardid corrupto con dichos funcionarios los denuncien, así sea de forma anónima.
En cuanto a los métodos indirectos, se destaca que, por lo general, dependen de los indicadores basados en la percepción. Si bien las encuestas de percepción dan luz sobre el sentimiento público acerca de la corrupción, no pueden utilizarse como un indicador de los niveles reales de corrupción. Después de todo, la opinión pública se ve afectada por muchos factores, y su punto de vista sobre la corrupción puede no estar fundamentado en una experiencia real de corrupción (UNODC Manual, 2018, pág. 21; Olken, 2009; Johnston, 2002). Cabe señalar que los índices compuestos podrían, en principio, derivarse de indicadores basados en la experiencia. Sin embargo, la mayoría de ellos utilizan evaluaciones de expertos y encuestas de percepción como sus fuentes primarias de datos (pero consulte el análisis siguiente sobre los índices compuestos que dependen de indicadores proxy). Si bien tales evaluaciones basadas en la percepción han sido herramientas útiles para abogar internacionalmente por la lucha contra la corrupción, el Manual de la UNODC (2018, pág. 21) advierte sobre sus deficiencias en términos de validez y relevancia, ya que «se basan en una serie de supuestos subjetivos, como la selección de variables o fuentes y la determinación del algoritmo utilizado para combinar datos heterogéneos. Además, los métodos indirectos no se pueden utilizar para generar los datos desagregados o la información detallada sobre la corrupción que se necesita para la formulación de políticas».
El índice compuesto basado en la percepción más conocido es el Índice de percepción de la corrupción (IPC) de Transparencia Internacional (TI), que enumera los países en un continuo de niveles percibidos de corrupción. Es un índice compuesto de otros 13 índices de 12 organizaciones. Su uso de datos de otras evaluaciones de expertos y encuestas de percepción plantea preguntas sobre sesgos en su metodología (Donchev y Ujhelyi, 2014; Knack, 2007). El IPC también recibió críticas debido a su exclusión de ciudadanos comunes y víctimas de la corrupción de su grupo de encuestados (Graycar y Prenzler, 2013, pág. 15). Además, algunas de estas evaluaciones de expertos se basan en entrevistas con partes interesadas que no son del Estado en cuestión, como el hecho de que a un empresario europeo se le pregunte sobre la corrupción en un país africano. Thompson y Shah (2005) ofrecen una discusión más detallada sobre estas y otras críticas adicionales al IPC. Cabe señalar que TI también desarrolló una encuesta de corrupción que combina preguntas basadas en la percepción y la experiencia con respecto a la prevalencia del soborno, es decir, el Barómetro Global de Corrupción.
Un tipo interesante de índice compuesto es el que depende de indicadores proxy, como la independencia judicial y la libertad de prensa. Un ejemplo es el Índice de integridad pública (IIP), que tiene como objetivo ofrecer una imagen objetiva y completa del estado del control de la corrupción en más de cien países. Este índice se basa en la evaluación de un conjunto de seis componentes (independencia judicial, carga administrativa, apertura comercial, transparencia presupuestaria, e-ciudadanía y libertad de prensa) que ayudan a aclarar el marco institucional que empodera la integridad pública. Los datos son extraen de una variedad de conjuntos de datos recopilados por el Banco Mundial, Freedom House, International Budget Partnership (IBP) y otras organizaciones. Si bien este índice no se basa en percepciones, brinda una evaluación de riesgos más que una medición del nivel real de corrupción. Otros ejemplos de índices compuestos basados en indicadores proxy son el indicador de control de la corrupción de los Indicadores mundiales de buen gobierno del Banco Mundial, los indicadores de gobierno sostenible (SGI) de la fundación Bertelsmann Stiftung, y las puntuaciones de corrupción de las empresas consultoras, como la Guía internacional de riesgo país del Grupo PRS.
A la tipología de métodos de medición mencionados anteriormente podemos añadir los enfoques experimentales más recientes para medir la corrupción, los cuales han ganado popularidad tanto en el campo como en el laboratorio. Los diseños creativos en los estudios de campo han permitido evaluar la corrupción, por ejemplo, mediante la observación de los gastos públicos faltantes (Olken, 2007). Al enfocarse en el comportamiento de las personas, las investigaciones de laboratorio han utilizado una gran variedad de juegos de corrupción que modelan las características del comportamiento corrupto (Wantchekon y Serra, 2012). Las decisiones de los participantes en estos juegos han permitido comprender mejor las causas de los micromotores de la corrupción (Köbis y otros, 2019). Asimismo, vale la pena considerar las mediciones basadas en Internet y en medios sociales. Si bien no se trata de una encuesta, se han utilizado plataformas de Internet y de medios sociales para que las personas tengan oportunidad de denunciar sus experiencias con la corrupción. En la India, I Paid A Bribe.com permite a las personas denunciar los sobornos que ellas mismas pagaron y dar información sobre él. Para abril del 2019, el sitio contenía 177 384 denuncias de 1073 ciudades de toda la India. Este sitio web es un tesoro estadístico y ofrece informes minuciosos sobre la corrupción del día a día, tanto para investigadores como para el público.
Entre otros métodos de medición de la corrupción se encuentran las encuestas de seguimiento del gasto público (Messick, 2015); los grupos focales que incluyen diálogos entre la gente común; el método Delphi, que cuenta con opiniones de investigadores y expertos; las entrevistas a policías, periodistas, jueces y ONG anticorrupción; el análisis del contenido de artículos periodísticos o de informes de ONG durante un período determinado; el análisis estadístico de casos reales de corrupción; y el enfoque proxy, que no mide la corrupción en sí, sino los esfuerzos que se realizan para combatirla como un indicio de qué tan en serio las élites políticas y la ciudadanía activa toman la corrupción. Otro método para medir la corrupción es la auditoría a los Gobiernos y corporaciones (para un análisis relacionado, consulte este breve video sobre las formas de medir la corrupción basadas en auditorías (11 minutos)). Oras encuestas que vale la pena mencionar están el Índice de competitividad global del Foro Económico Mundial, el Latinobarómetro, el Eurobarómetro, el Afrobarómetro y la Encuesta mundial de valores. Estas encuestas tienen un alcance más amplio, pero también incluyen preguntas sobre la corrupción, lo que permite un valioso análisis de la relación entre la corrupción y otras variables, como las actitudes hacia la democracia (consulte, por ejemplo, Canache y Allison, 2005).
Cada tipo de medición tiene sus propias limitaciones. La corrupción es, por naturaleza, una actividad clandestina que a sus participantes no les conviene informar, pues no respondería a sus intereses propios. Además, quienes informan sobre sus propias actividades corruptas pueden no ser honestos, incluso si lo hacen de manera anónima, pues es posible que no quieran llamar la atención sobre las áreas en que realizan actividades corruptas, ni que estas sean sometidas a escrutinio. La cantidad de casos de corrupción descubiertos por periodistas y las fuerzas del orden podría no tener ninguna relación estable con la cantidad total de corrupción existente. Los casos documentados podrían representar la proverbial punta del iceberg o un porcentaje razonable de la cantidad total, dependiendo de la sofisticación de los elementos involucrados y de la magnitud de los esfuerzos de control y aplicación que se realicen en la jurisdicción en cuestión. Tales datos pueden llegar a provocar falsas interpretaciones sobre quién es corrupto, por ejemplo, las acusaciones por motivos políticos sin fundamento real publicadas en los medios de comunicación controlados por el Estado y procesadas por jueces comprados. Las acusaciones de corrupción pueden ser una manera en que las partes que no han tenido éxito pueden salvar su reputación y evitar la responsabilidad de su fracaso. También pueden estar cargadas políticamente en el sentido de que los partidos de la oposición y los ciudadanos insatisfechos tienen una motivación humana natural para desacreditar a los adversarios, sospechar lo peor de quienes se oponen a ellos o de los que simplemente no los han tomado en cuenta. Asimismo, como se mencionó anteriormente, las percepciones de los ciudadanos comunes, los funcionarios del gobierno y los actores económicos tampoco son especialmente exactas. Finalmente, las mediciones de corrupción son particularmente sensibles a las definiciones de corrupción empleadas. Por ejemplo, si la corrupción política se define de manera estricta como quid pro quo, que involucra el intercambio de un elemento tangible de valor por una acción u omisión política particular, el nivel de corrupción en efecto sería claramente menor a que si la corrupción se definiera de una manera más amplia en términos de tráfico de influencias, influencia indebida de aportantes de partidos y campañas políticas o la dependencia de los partidos y los candidatos de estos aportantes.
Ciertos países (como Nueva Zelanda y Singapur) a menudo obtienen los mejores puntajes en múltiples índices de corrupción, lo que lleva a la conclusión de que, a pesar de las deficiencias, muchas mediciones pueden ser correctas. Del mismo modo, existe un cierto grado de repetición en términos de los países clasificados como los más corruptos, en general los más pobres y los más afectados por conflictos y desastres naturales. La controversia parece centrarse en el caso de la gran mayoría de países que ocupan el punto medio entre estos dos extremos. Aquí, la metodología puede marcar una diferencia significativa en cuanto a la posición relativa de un país. La discusión sobre los países que tienden a ubicarse en los primeros puestos frente a los países que tienden a ubicarse en los últimos de la mayoría de índices de corrupción plantea preguntas importantes: ¿Qué explica los diferentes niveles y tipos de corrupción de los países en el mundo? ¿Depende de los sistemas políticos, la cultura, el tamaño y la homogeneidad de la población, la historia y la etapa de desarrollo, los sistemas legales (o marcos legales anticorrupción, en particular), los sistemas económicos, los recursos naturales, una combinación de estos o algún otro conjunto de factores? Dependiendo del diagnóstico, ¿cuáles serían las soluciones para la corrupción?
Una lección que podemos sacar de los diversos esfuerzos para medir la corrupción es que quienes lean tal contenido deben hacer todo el esfuerzo posible por emplear sus habilidades de pensamiento crítico. Otra lección es que, a pesar de sus deficiencias metodológicas, las mediciones de corrupción sí brindan información valiosa que quizá necesitemos extrapolar o, al menos, utilizar como base para una mayor investigación. La tercera lección es que considerar varias mediciones de corrupción en lugar de solo una o dos ofrece, sin duda, una mejor base para aproximarse a la verdad. Finalmente, dados los impactos negativos de la corrupción en la mayoría de cuestiones que interesan a la humanidad, también es importante contemplar lo que se encuentra al extremo opuesto del espectro. ¿Qué objetivos positivos están vinculados a la lucha contra la corrupción? Son de particular importancia las nociones de integridad (incluida la integridad personal, política, económica y organizacional), virtud, justicia, paz, prosperidad, empoderamiento ciudadano y satisfacción, y, en última instancia, prosperidad humana.
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