La sociedad está cada vez más conectada a Internet. Si bien nos facilita la vida, Internet también puede exponernos a la amenaza de la ciberdelincuencia. El hecho de que el ciberespacio sea un ámbito sin fronteras se ve agravado por la participación creciente de individuos y grupos delictivos organizados que pueden causarnos daño. Esas amenazas se presentan en diferentes modalidades. Los delitos basados en la cibernética no serían posibles sin Internet y las tecnologías digitales y van dirigidos contra la tecnología (por ejemplo, la creación, difusión e implantación de virus informáticos, y los ataques contra la crucial infraestructura nacional de tecnología de la información). Los delitos propiciados por la cibernética, por otra parte, son aquellos que facilitan nuestra capacidad tecnológica cada vez mayor (por ejemplo, el fraude en línea, el comercio en línea de bienes ilícitos como drogas o armas de fuego, y la explotación y el abuso sexual de niños a través de Internet).
La ciberdelincuencia también se vincula a la privacidad de las personas. La manera en la que uno se comporta en línea también puede poner en riesgo la información privada, con lo cual es más fácil verse expuesto a diferentes amenazas en el ciberespacio. Además, la privacidad guarda también relación con los actos de las personas, en particular con la forma en que pueden perjudicarse unas a otras (por ejemplo, recurriendo a la difusión sin consentimiento de imágenes privadas). Puesto que las tecnologías digitales se infiltran en todos los aspectos de nuestra vida, la seguridad y la protección en línea cobran asimismo más importancia.