Jorge Jiménez Martín
Judge Jorge Jiménez Martín is the current director of the Spanish Judicial School. He previously served as a judge in the Court of First Instance in Alcalá, Spain. Judge Jiménez Martín recently shared his views on judicial training with UNODC as part of the Organization's on-going work to promote judicial integrity. All opinions expressed in this piece are solely those of the author as an external expert and do not necessarily reflect the official position of UNODC.
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Ser juez en nuestra sociedad actual presenta una enorme complejidad. Se nos exige no solo ser buenos jueces y estar en continua formación, sino también, ser cercanos al ciudadano y a los problemas sociales, actuar con imparcialidad, independencia, cortesía, con un talante prudente y diligente, una actitud responsable y tener un compromiso constante de ejemplaridad pública, que transmita seguridad y confianza en el poder judicial al conjunto de la sociedad. Debemos despertar en nosotros mismos una especial sensibilidad acerca de muchas cuestiones de nuestra vida diaria que, de algún modo, pueden comprometer nuestra función jurisdiccional.
Sólo con estas virtudes los ciudadanos entenderán que sus derechos subjetivos son definidos de manera serena, reflexiva y profunda, y que la resolución que se emita es ecuánime y rigurosa; reclamando finalmente que quien ejerce la función judicial esté dotado de la valentía precisa para declarar y aplicar estos derechos cuando por justicia corresponda. En este sentido, la formación judicial es un elemento trascendental para garantizar la independencia de los jueces, así como la calidad y eficacia del sistema judicial.
Por ello, nuestro propósito es proporcionar una formación judicial de excelencia, frente a los nuevos retos jurídicos y éticos que trae la sociedad digital y los avances científicos. Una preparación integral, especializada y de alta calidad antes de iniciar la función jurisdiccional.
De manera integral, porque la formación no se debe limitar al mero conocimiento jurídico, sino que también debe pretender preparar para la práctica del oficio de quien tiene que juzgar, en el "saber hacer", y en las condiciones de su actuación y su ética, el "saber ser".
La formación es una preparación especializada, que trata de adaptarse año tras año a los nuevos avances de las ciencias que se aplican en el ámbito jurídico, a las reformas legislativas que van produciéndose y a las necesidades formativas que se detectan dentro de la propia carrera judicial. Y además, por otro lado, una formación multidisciplinar, porque los jueces necesitamos cada día del conocimiento de nuevas materias, no tan estrictamente jurídicas, sino de otra índole, que nos doten de herramientas fundamentales para nuestra labor. Una formación abierta a la diversidad cultural y las diversas realidades sociales.
En esa formación, no se puede perder de vista que la humildad y la sencillez resulta fundamental en el ejercicio de la función judicial. No se puede pensar que siempre se está en posesión de la verdad, es muy sana la duda, y no hay que desechar las opiniones de los demás, pues nos pueden enriquecer con otros puntos de vista, o incluso dar soluciones distintas a los problemas que tenemos que afrontar. Pero siempre, eso sí, con sujeción a la ley y al resto del ordenamiento jurídico.
Debemos recordar el componente que esta profesión tiene de servicio, a los demás, a los que nos rodean y a la sociedad en la que vivimos. Solo así lograremos un servicio público excelente y de calidad. Es necesario un compromiso de independencia e imparcialidad, de servicio y de responsabilidad, de cumplimiento de los principios éticos y, en definitiva, de realización efectiva de los valores incorporados al ordenamiento jurídico. La confianza de los ciudadanos en que efectivamente los jueces somos la garantía de los principios y derechos constitucionales es lo que nos legitima como poder judicial.